Primera Lectura (I Corintios 3:1-9)
1 Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2 Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente; 3 pues todavía sois carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano? 4 Cuando dice uno «Yo soy de Pablo», y otro «Yo soy de Apolo», ¿no procedéis al modo humano? 5 ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. 6 Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. 7 De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. 8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, 9 ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios.
- Palabra del Señor.
- Gracias a Dios.
Responsorio (Sal 32)
- Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
- Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
- Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres.
- Desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
- Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Anuncio del Evangelio (Lucas 4:38-44)
— El Señor esté con vosotros.
— Y con tu espíritu.
— Proclamación del Evangelio de Jesucristo + según San Lucas.
— Gloria a Ti, Señor.
38 Saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. 39 Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. 40 A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. 41 Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios.» Pero él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 42 Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde él, trataban de retenerle para que no les dejara. 43 Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.» 44 E iba predicando por las sinagogas de Judea.
— Palabra de la Salvación.
— Gloria a Ti, Señor.
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