Color litúrgica:Branco
02 Feb 2019

Presentación del Señor – Sábado

Primera lectura ( Malaquías 3, 1-4)

Así dice el Señor: 1«Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. 2¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: 3se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al 4Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.

- Palabra del Señor.

- Gracias a Dios.

Responsorio (Sal 23)

— El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

— El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

— ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.

— ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.

Evangelio (Lucas 2, 22-40)

— El Señor esté con vosotros.

— Y con tu espíritu.

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo + según San Lucas. 

— Gloria a Ti, Señor.

22Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de 23acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para 24entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces 25en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. 26Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. 27Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. 30Porque mis ojos han visto a tu Salvador, 31a quien has presentado ante todos los pueblos: 32luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

33Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. 34Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: 35así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

36Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y 37luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. 38Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. 39Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

— Palabra de la Salvación.

— Gloria a Ti, Señor.

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